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La premisa es evitar descuidos por la normalización de estos pagos.
Racionalizar el uso de la terjeta, clave para comenzar a ahorrar.
Un decálogo de mandamientos de la UOC puede ser de ayuda.

Ahorrar puede convertirse en una verdadera preocupación para los trabajadores. Existen diversos métodos para intentarlo y cada uno tiene en cuenta diferentes aspectos a aprovechar para conseguir ese objetivo de ahorro. Uno de ellos es a través de un uso mucho más racional de nuestra tarjeta de crédito.

La razón es que, en un contexto en el que el pago con métodos telemáticos es cada vez más frecuente, la normalización del uso de la tarjeta de crédito puede generar una sensación de descuido a la hora de usarla en todos los ámbitos de nuestra vida. En resumen, que no nos haga ser conscientes de ese nivel real de gasto, en el que se puede lijar algún que otro dispendio innecesario y conseguir así el ansiado ahorro.

Para analizar este aspecto en concreto, la profesora de los Estudios de Economía y Empresa, Elisabet Ruiz-Dotras (de la Universidad Oberta de Catalunya, la UOC), ha analizado el impacto de la normalización de los pagos con tarjeta en la práctica totalidad de nuestros círciulos de consumo. La premisa fundamental es racionalizar esos pagos.

Ruiz-Dotras explica que la mejor forma de usar la tarjeta de crédito en los pagos es minimizar esos pagos a lo imprescindible para poder llegar a un equilibrio entre los gastos de todos los meses, el consumo con tarjeta y encontrar una ventana de ahorro gracias a esa racionalización. La clave es evitar el abuso de pagos con tarjeta de crédito que a menudo pasan casi desapercibidos pero merman igualmente nuestra capacidad de ahorrar.

Teniendo en cuenta este problema, Ruiz-Dotras ha elaborado un decálogo que pretende contribuir a que la persona que lo siga ahorre hasta un 10% de su sueldo mensual con un uso más racional de su tarjeta de crédito.

Un propósito de año nuevo.

A comienzos de año la persona interesada en ahorrar debe fijarse un objetivo de ahorro que le sirva como base que seguir a lo largo del ejercicio. Una especie de hoja de ruta a la que acudir en caso de dudas, un plan para ejecutar con unas fases y etapas concretas (ahorrar una cantidad de dinero cuando llegue una fecha determinada, proponerse un mayor ahorro en meses clave…)

Hacer un seguimiento.

Es muy recomendable para el ahorrador ir comprobando de forma periódica si los pasos que se ha propuesto se van cumpliendo. Esto le permitirá corregir ciertas actitudes si le falta algo para llegar a esos objetivos intermedios.

Presupuestos mensuales.

Puede ser una gran forma de conseguir esos objetivos intermedios, ya que al tratarse de hitos a corto plazo tienen una mayor capacidad de ejecución y su seguimiento, a la vez, es más sencillo.

Dividir los ingresos.

Es parte del trabajo que hay que hacer para cimentar el ahorro: dividir los ingresos y distribuirlos en diferentes materias es clave. Así, se puede destinar determinados porcentajes al pago de alquiler y facturas, al pago de comida, al ocio…y, por supuesto, también al ahorro.

Un 55% para los gastos indispensables.

Son los que engloban el pago de alquiler (que debería ser en un escenario ideal del 30 o 35% del total de ingresos), las facturas de luz, agua, internet o gas y las compras de alimentos, y no deben superar ese 55% de los ingresos totales.

Un 10% para los gastos imprevistos o especiales.

Una décima parte de los ingresos se debe reservar para cubrir posibles gastos imprevistos (una visita al dentista, una avería del coche, comprar una prenda de ropa que se ha roto…) o para gastos estacionales (regalos de cumpleaños, renovación de suscripciones, vacaciones…gastos, todos ellos, eventuales pero ya previstos).

Un 10% para ocio.

Es la partida que nos permitirá gastar dinero en entradas de cine o teatro, cenas y comidas en bares o restaurantes, compra de libros o música, conciertos…y no debe superar el 10% de los ingresos totales.

Gastar en formación.

Si se consigue el cumplimiento de los otros objetivos, puede añadirse una partida extra de gasto: en formación, lo que incluye cursos educativos, libros de ayuda, manuales…y en todo caso no puede ser superior a una horquilla del 5 o 10%.

Ser solidario (si se puede).

De igual forma, si el resto de objetivos se cumplen queda una ventana al pago a ONGs u otras organizaciones. El porcentaje ideal sería de un 5% de los ingresos totales.

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Fuente: El Economista

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