El bloque de los 27 afronta numerosos retos económicos y políticos para 2023, entre ellos la defensa y la seguridad energética y alimentaria.

En el contexto de la recuperación pospandémica y la crisis energética, el 2022 colocó a los países de la Unión Europea en una espiral de volatilidad económica. La inflación desbocada en la eurozona, que alcanzó su techo en octubre de 2022 con un alza del 10,6%, fue antagonista de su tímido crecimiento económico regional del 0,2% en el tercer trimestre. No obstante, el proyecto europeo sigue creciendo, con 10 países candidatos que quieren formar parte de esta comunidad, y el fortalecimiento de sus relaciones internas se perfila como la mejor opción del bloque para afrontar los retos del 2023.

Los 27 buscan una posición global en un contexto en el que Estados Unidos, Rusia y China mueven fichas tanto en el tablero económico como en el geopolítico. Específicamente, la invasión rusa a Ucrania ha agitado un escenario mundial en el que el bloque encontraba difícil posicionarse. “La UE siempre se ha considerado un poder blando, una potencia posmoderna. Ahora se encuentra en un marco geopolítico mucho más determinado por los poderes duros, sobre todo el militar y por una rivalidad entre grandes potencias”, explica Miguel Otero, investigador del think tank español Real Instituto Elcano, y experto en economía internacional. Otero detalla que la disyuntiva, por tanto, queda si las instituciones comunitarias encontrarán en sus vecinos cercanos y en el otro lado del Atlántico el impulso necesario para romper con la polaridad política y económica.

La guerra frente a casa.

La invasión a Ucrania y las sucesivas sanciones económicas europeas y estadounidenses contra el gigante euroasiático son un factor que ha reconfigurado la región. Específicamente en el campo energético regional, el precio del gas en el mercado neerlandés, referente de los mercados europeos, se llegó a disparar por encima de los 340 euros/MWh en agosto de 2022.
Esta crisis ha obligado a Europa, antes adicta al combustible ruso, a salir de su zona de confort y reposicionarse en el mercado energético mundial para reconfigurar totalmente su matriz energética. En este contexto, los países que recibían la mayoría de sus envíos desde Rusia (en algunos casos casi la totalidad), ahora dependen de la red de gas europea. Mientras tanto, el bloque se acerca a proveedores próximos como Azerbaiyán y Argelia para negociar nuevos acuerdos que puedan sustituir a los de Moscú.

En esta línea, la Comisión Europea ha confirmado en diciembre de 2022 que se están desarrollando nuevas infraestructuras para la importación de gas natural licuado (GNL) desde EE UU (su principal proveedor) y África en países como Alemania, Irlanda, Francia, Italia, Polonia y Grecia, así como nuevos gasoductos para conectar su red con el norte de África y los países del Cáucaso.

No obstante, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) advierte de que la Unión Europea se enfrenta a un déficit potencial de casi 30.000 millones de metros cúbicos de gas natural en 2023. Un informe de diciembre advierte de que este año bien puede resultar ser “una prueba aún más dura para Europa” porque los envíos rusos podrían caer aún más y los suministros mundiales de GNL serán escasos. Esto se puede agravar especialmente si la demanda china de GNL se recupera, y las temperaturas inusualmente suaves observadas al comienzo del invierno europeo no duran.

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Fuente: Cinco Días

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