Se precisarán nuevas medidas más dolorosas en futuro cercano.
Sorprende que las medidas tomadas en esta legislatura para garantizar la sostenibilidad de las pensiones a largo plazo den como resultado un aumento en el gasto por pensiones. En las dos fases de esta reforma, se han aprobado: la vinculación del crecimiento de las pensiones al IPC, la eliminación del factor de sostenibilidad, la mejora que supone el nuevo cálculo de las pensiones para los empleados con carreras irregulares y la subida de las pensiones mínimas.
El aumento del gasto no va a compensarse con un incremento en la recaudación ya que las nuevas medidas se centran en aumentar las cotizaciones de aquellos empleados con salarios superiores a los 54.000 y, como las rentas de este colectivo apenas supera el 5,3% de las rentas totales de trabajo, los ingresos no serán suficientes.
Las medidas que aumentarán los ingresos por cotizaciones son: el destope progresivo de las cotizaciones sociales, la nueva cuota de solidaridad y duplicar en 2029 el incremento en las cotizaciones que hemos tenido este año por el Mecanismo de Equidad Intergeneracional.
La primera y más evidente consecuencia es que la reforma aumentará el déficit en más del 2,5% del PIB y empeorará la sostenibilidad del sistema público de pensiones, por lo que ni es una reforma ni puede entenderse que la Comisión Europea la haya aceptado de cara a aprobar el acceso a la totalidad del desembolso del Plan de Recuperación.
Pero la consecuencia más trascendente de esta reforma es que rompe definitivamente el carácter contributivo del sistema público de pensiones, que ya venía produciéndose paulatinamente estos últimos años.
Las prestaciones ya no guardan una proporcionalidad con el esfuerzo de contribución realizado. La puntilla la han dado el gradual destope de las bases máximas sin apenas aumentar las pensiones máximas (en 2050 las bases máximas habrán subido un 38% frente a un 3,15% de las pensiones máximas), el incremento de las pensiones mínimas por encima del resto de pensiones y otorgar más pensión a aquellos empleados que han sufrido carreras irregulares.
La reforma rompe definitivamente con el carácter contributivo del sistema de pensiones español.
Sin hacer mucho ruido hemos pasado de un modelo contributivo a uno asistencial. Y esto tiene mucha importancia porque cuando se vaya jubilando la generación del baby boom, y ya no quede más remedio que hacer un ajuste en el gasto por pensiones, se hará aplicando reducciones a las pensiones más altas.
Fuente: El Economista