Las posibilidades de que el mercado suba ascienden al 66%.
No importa cómo se haya comportado el mercado el año anterior.
Acaba el año y es momento de pensar cómo será el próximo. Entre los objetivos y nuevos propósitos de más de uno para 2022 puede estar el de ganar dinero invirtiendo en bolsa. Si ese es el caso, la posibilidad de conseguirlo asciende al 66%. Sin duda, muy superior a la de ir todos los días al gimnasio.
Por sorprendente que parezca, la probabilidad de que el mercado bursátil suba el año que viene es la misma que había en 2021 y en 2020 y así sucesivamente, sin importar las tendencias previas o si el año anterior estuvo por encima de la media. Esto se debe a que el mercado de valores descuenta el futuro, no el pasado, como suelen pensar algunos inversores.
Según la hipótesis del mercado eficiente, los precios de las acciones reflejan toda la información disponible que existe, lo que hace que sea imposible obtener un beneficio económico de un acontecimiento futuro que afecte a su cotización. Es decir, no sirve de nada elaborar un análisis histórico de los valores porque el mercado subirá o bajará en función de los cambios en los rendimientos futuros previstos.
Una teoría que se corrobora el análisis de la rentabilidad del Dow Jones Industrial Average desde su creación en 1896 que publica MarketWatch. El registro demuestra que el mercado ha subido en el 66% de los casos. Asimismo, la probabilidad de que en un año natural determinado el mercado suba cuando también lo hizo el anterior es la misma, un 66%. En el caso de que el mercado de valores suba tras haber caído el año previo, dicha probabilidad asciende al 67%, prácticamente lo mismo que si la tendencia hubiera sido la contraria.
La única excepción parece darse cuando el mercado cayó más del 20% en el año natural anterior. En este escenario, las probabilidades de que el mercado suba al año siguiente superan el 80%. Se trata de algo poco frecuente que solo se ha dado en 11 ocasiones, una muestra demasiado pequeña como para sustentar una hipótesis.
Fuente: El Economista